Entrevista a Julio Rodriguez

 

Entrevista realizada a Julio Rodriguez en el cafe Dindurra de Gijon

En el campo audiovisual, es autor del making of de la película Para qué sirve un oso y ha escrito guiones para cortometrajes, programas televisivos y películas documentales (El astillero, La tierra de Oscar, Por la puerta grande…).


En el ámbito literario, es autor de las novelas El mayor poeta del mundo (Premio Vargas Llosa de Novela, 2006), El vuelo de la monarca (Menoscuarto, 2011), Una mala racha (Menoscuarto, 2016) y El gran Pirelli (Pez de plata, 2019), así como de los libros de poemas Naranjas cada vez que te levantas (VI Premio de Poesía Emilio Alarcos; Visor, 2008), Doméstica (XVI Premio de Poesía Ciudad de Mérida; DVD, 2011), Tierra batida (XLV Premio Internacional de Poesía Hermanos Argensola; Visor, 2013) y Una extraña ciencia (XXIII Premio Internacional de Poesía “Antonio Machado en Baeza”, Hiperión, 2019).



Miguel Esteban Torreblanca- ¿Puede explicarnos el título de tu último poemario y la esencia del libro?

Julio Rodríguez- En poesía, cuantas menos explicaciones, mejor. Que cada lector elija la suya. Una extraña ciencia habla de lo de siempre: el amor, la muerte, el paso del tiempo. Nada nuevo. Trata de hacerlo, eso sí, huyendo de tópicos y acercándose al fuego.

P- ¿Qué le da la poesía frente a la narrativa?

R- Escribir narrativa me entretiene, me divierte, me obliga a buscar soluciones a problemas que yo mismo he creado. Escribir poesía me redime, me aligera, me hace creer que todo tiene algún sentido.

P- ¿La poesía es hija de la inspiración o del trabajo?

R- La poesía viene cuando ella quiere, no cuando tú la llamas. Si eso es inspiración o no, ya no lo tengo tan claro. Desde luego, al menos en mi caso, sin esa pulsión poética que sólo aparece de vez en cuando, ya puedo echarle horas que lo mejor que le puede pasar a la hoja que tengo delante es seguir en blanco.

P- ¿Qué concepción tiene de la poesía?

R- Trato de explicarlo en mi último libro de un modo sencillo. Copio aquí el poema, que para eso es mío (se titula, fíjese bien, Defensa propia): “Como una cerilla encendida / en mitad de la noche, un poema / ilumina tan sólo un instante / la oscuridad que nos rodea. // Pero no olvides nunca / que también puede hacer que todo arda”.

P- ¿Qué consejo daría a los jóvenes poetas que están empezando?

R- Que sigan empezando, que no dejen nunca de empezar. Y ya, si eso, que me manden flores.

P- Ha logrado numerosos premios literarios. ¿Cree que esos poemas que le consagraron ganador fueron sus mejores poemas?

R- Todos mis libros de poesía han sido premiados, lo que no necesariamente dice algo bueno de ellos. Por tanto, mis mejores poemas están en ellos. Aunque también los peores. Empate técnico.

P- Pessoa decía que “la vida no basta, por eso existe la literatura”. Para usted ¿escribir es una necesidad; y cómo justifica los largos periodos de silencio?

R- Pessoa siempre fue un poco exagerado. No contento con ser uno, se multiplicó por cuatro. Y le salieron las cuentas. Pero la vida basta, claro que basta. Es más, suele quedarse muy corta. Para mí, la escritura es una afición formidable, aunque tengo otras. Dicho esto, sí: escribo porque no puedo evitarlo. Y el silencio, ay, el silencio. De eso quisiera yo hablarle…

P- ¿Cómo es su propio proceso a la hora de escribir poesía?

R- El proceso es sencillo: consiste en esperar a que llegue. Suele esconderse, tarda, es una gata ocupada, pero, si por casualidad aparece, lo dejo todo para acariciarla.

P- ¿Qué poetas son sus referentes y autores de cabecera?

R- Tengo demasiados como para citar sólo a unos pocos, no vayan a celarse. Ya sabe usted cómo se las gastan los poetas…

P- ¿Podría usted contarnos un poco del resto de su actividad literaria?

R- He escrito algunas novelas, guiones cinematográficos, campañas de publicidad, artículos científicos, columnas periodísticas… Cada género tiene su estilo y su forma de encarar la escritura. Para sacarlos adelante, lo mejor es disponer de tiempo y verte en la obligación de hacerlo. A partir de ahí, es cuestión de ir poniendo ladrillos. Con la poesía, sin embargo, eso no sucede. Como le he dicho, viene cuando quiere, así que hay que mantenerse alerta, para cogerla al vuelo.

P- ¿Cuáles fueron sus primeras lecturas poéticas y qué autores le influyeron?

R- Supongo que empecé interesándome por aquellos poemas un tanto exagerados que aparecían en los libros de Lengua del colegio. Y de ahí salté a la biblioteca de mis padres, donde encontré a unos cuantos buenos amigos. Y de cada uno fui cogiendo lo que pude. O lo que me dejaron.

P- ¿Cómo definiría a su poesía?

R- Una poesía en zapatillas, de andar por casa, doméstica. Pero no domesticada.

P- ¿Cree que el poeta “evoluciona” en su escritura? ¿Cómo ha cambiado su lenguaje poético a lo largo de los años?

R- La persona va cambiando y, con ella, su escritura. Eso es inevitable. Otra cosa es que sea para bien. Eso sí, una vez encontrada la voz propia, es difícil que se produzcan cambios radicales, más bien estaríamos hablando de matices. Básicamente, se trata de copiar a otros hasta que uno empieza a copiarse a sí mismo.

P- ¿Cómo siente que un poema está terminado y cómo lo corrige?

R- He traído a un par de amigos para que contesten a eso. Uno es francés y el otro argentino, aunque se llevan bien. Valéry: “Un poema no se termina, se abandona”. Borges: “Publicamos para dejar de corregir”.

P- ¿Cuál es el fin que le gustaría lograr con su poética?

R- Para mí, la poesía es un fin en sí mismo. Disfruto de su escritura tanto como de su lectura. O mejor dicho, disfruto más del proceso de escritura, ya que, como vengo diciendo, pocas veces se deja acariciar.

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