Entrevista con Maximiliano J. Benítez
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Con Maximiliano J. Benítez, durante la entrevista
Buenos Aires, Argentina, 1976
Reside en Madrid desde mediados los años noventa. Cursó diversos estudios en el campo de la narrativa (C.C. Rojas, Bs As), las artes plásticas (Escuela de artes plásticas Garaycochea) y la música (S.A.D.M.). En la actualidad es colaborador de las revistas digitales Inmediaciones, Todoliteratura y Zoco flamenco. Ha publicado tres novelas: Las tinieblas del pensamiento (primera y segunda parte) y Un hombre de otro tiempo (E. Camelot 2018).
Miguel Esteban Torreblanca.-¿Qué es el vendedor de libros?
Maximiliano J. Benítez.--El vendedor de libros es, una vez más, la historia de una ruptura, del vuelco espiritual de alguien que no daba cabida a nada que no estuviera planificado y estipulado en su itinerario de vida. Esta historia germinó de los apuntes y descartes de mi novela anterior, Un hombre de otro tiempo. Y, aunque inicialmente ambas ideas nacieron de un mismo borrador, pronto hice una criba que acabó con la publicación de Un hombre de otro tiempo, en el año 2018, y posteriormente con esta otra novela, prima hermana en su germen, pero muy distintas en su desarrollo. Podríamos decir, grosso modo, que “Un hombre…”, o más bien su protagonista, se acercan en la virulencia de la trama a El túnel, la gran novela de Ernesto Sabato; mientras que, en esta cuarta novela, aunque “El vendedor…” es, al menos para mí, una auténtica novela de aventuras, sigue ese viaje interior del protagonista de Siddharta, de Hesse. Que me perdonen Sabato y Hesse, allá donde estén, por atreverme a citarlos en relación a mis dos novelitas, pero es para explicarlo brevemente. Pero es eso y mucho más. Hablo de una novela de aventuras y parece que este tipo de género está estrictamente ceñido a la acción, a situaciones que invitan al lector a meter unas palomitas en el microondas, pero yo pienso en Melville, en Lawrence, en Hemingway, en Malraux, por supuesto. Y en el rosario de atributos y carencias y miserias y soledades y férreas amistades que se forjan o desintegran en situaciones límite. Eso para mí es la aventura, o a eso empujo a los protagonistas de las pocas historias que he escrito a día de hoy, porque yo doy mucha cuerda a los personajes, “¿A dónde me llevas?” pienso a veces mientras me permito una digresión en la trama que no sé exactamente cómo acabará. En esta novela sucede, y espero o deseo que siga pasando, o mejor me dedico a otra cosa el día que crea que tengo una historia atada de cabo a rabo, como si se tratara de una fórmula matemática o un mundo fácilmente abarcable a mi antojo. Yo no escribo para eso. De otra manera apagaría el ordenador, guardaría la carpetita de apuntes y el bolígrafo y pondría Netflix en casa.
Pregunta.--¿Es posible proteger la cultura?
Respuesta.--Naturalmente, pero no sólo desde las instituciones públicas y los continuos proyectos que abordan desde las comunidades autónomas, sino desde la misma caverna, desde la matriz al féretro. La pregunta me recuerda a una breve charla con una compañera de trabajo, años atrás. Hablábamos de los hijos, de los proyectos, etcétera. En un momento de la conversación comentó que le encantaría que sus hijos aprendieran francés, porque le encantaba Francia, porque París le parecía muy romántica, y un par de lugares comunes más que no recuerdo. Le pregunté si conocía algo sobre la cultura o historia de Francia, además de esos tópicos que, en París, especialmente en el distrito 18, se pasarían por el forro. Me dijo que no, para nada. Es decir, no podemos esperar de brazos cruzaditos (o con ambas manos sujetando el móvil contra nuestro rostro, como zombis, con perdón de los zombis) que nuestros hijos lean, se cultiven, ni que escuchen música de cámara, si ni tan siquiera hicimos el mínimo esfuerzo en llevarlos a un concierto gratuito para violín en el conservatorio de nuestro barrio, ni leerles (por falta de tiempo, claro) un cuento por las noches cuando aún podíamos entrar a su habitación sin pedir permiso. Se aprende por imitación, así se crea un hábito y la necesidad, que va en aumento a medida que crecen nuestras expectativas y dudas.
Pregunta.--¿Se considera usted un intelectual?
Respuesta.--Naturalmente, durante las doce horas de trabajo en que corro, casi como un poseso, para atender las exiguas necesidades de los turistas que abarrotan la terraza y los salones, como si se les fuera la vida en ello. Es entonces, con pensamientos en segundo plano, en que recurro al intelecto, a la boya, al salvavidas, al clavo ardiendo, pero no tanto para entender el sentido elevado de la existencia o naturaleza humanas, sino más bien diría que para desprestigiar toda la actividad, todos los pedidos pendientes por llevar a las mesas, las órdenes de los jefes, las prisas y los errores o las discusiones entre los propios compañeros, o algún intento de hurto por parte de algún chacal de los que pululan por el centro en horas bajas, siempre al acecho, pendientes. Relativizo hasta mi sufrimiento, reduzco mi frustración a cenizas al mirar en perspectiva lo microscópicos y finitos y prescindibles que somos. Y por supuesto que, mientras todos se desviven por hacer correctamente su trabajo al igual que yo, creo que soy el único que sonríe con suficiencia. Luego, ya de madrugada, mientras regreso reventado a casa, el intelectual se marcha y es el aventurero quien coge el relevo. El que se caga en todo, el que quiere explotar o salir de gira, vivir tres mil vidas, morder el polvo, morir con las botas puestas. Puede que, ahora que lo pienso, ambas novelas conformen las premisas de un silogismo. Pero ese tipo de especulaciones se las dejo al intelectual, yo soy el otro.
Pregunta.--¿Cuándo y cómo escribe? ¿En soledad o en compañía?
Respuesta.--La madrugada es el único momento en el que dispongo del tiempo suficiente para desprenderme, como una cebolla, de todas las capas que llevo durante el día. Por otra parte, quizás precisamente por mi trabajo, siempre fui un bicho nocturno, pero también noctámbulo. Me encuentro bien trabajando de noche. Por eso prefiero las estaciones frías a las cálidas. De hecho, las novelas escritas hasta el momento, que son seis, las he comenzado durante el invierno y acabado al invierno siguiente. Con respecto a eso de escribir solo o en compañía, aunque no se trata de una condición sine qua non, suelo trabajar cuando todo el mundo duerme, pero no es indispensable ni soy un histérico que rehúya de la compañía. Recuerdo con mucho cariño a mi hija jugando con sus juguetes a mi lado, mientras quizás yo narraba la muerte de un personaje.
Pregunta.--En su oficio de escritor, ¿ha conocido rupturas, momentos de duda, cambios de orientación?
Respuesta.--Escribo por placer, o porque no puedo vivir la vida de los protagonistas de las historias que escribo. Y como escribo ante todo para mí, ¿por qué tendría dudas sobre algo que me tantas satisfacciones y vértigos durante todo el proceso? Algunos encuentran placer en los efectos de las drogas, en el alcohol, en el sexo como únicos placeres de la vida, pues yo lo he hallado en la narrativa. ¿Dudas? Quizás cuando debo ponerme a la tarea de buscar editorial, encontrarla y que toda la adrenalina del trabajo de un año apenas si encuentre lectores, esos amigos sin rostro. Ahí me desinflo un poco. Y sin embargo, continúo…
Pregunta.--¿Qué género literario es su favorito?
Respuesta.--Últimamente he leído mucha poesía contemporánea, la gran desconocida para mí, pero debo admitir que es la novela y el relato la que me conmueven y me estimulan a continuar cuando tengo esa sensación de vacío y a veces de desgaste. Y de hecho son los géneros que torpemente intento abordar, especialmente la novela. Encuentro en el hecho de meterme durante un año y pico en la piel de otra persona algo que se acerca al vértigo, a la fascinación.
Pregunta.--¿Sus novelas se mueven en ese mismo género?
Respuesta.--A veces me preguntan qué tipo de novelas escribo, si son históricas, de ciencia ficción, eróticas, etcétera; y yo siempre respondo más o menos lo mismo: un buen día, un tipo llamado Miguel de Cervantes Saavedra escribió la que sería la primera novela moderna de la historia, y desde entonces grandes nombres han llevado la batuta y la antorcha del que para mí es el más grande de los géneros literarios. Pues yo voy, como lastre de un barco, detrás de todos ellos, pero que muy detrás, en la popa del bergantín.
Pregunta.--¿Qué busca como escritor?
Respuesta.--Cuando tenía veinte o veintipocos años tenía una idea muy romántica de lo que debía ser un escritor serio. Creía que había una conducta, una forma de ser, una postura y una visión de las que no debía ni podía apartarme si de verdad era en lo que quería convertirme. Gigantes como Sartre, Dostoyevski, Sabato con sus ensayos y novelas, Camus, Malraux y su idea de la fraternidad en los momentos capitales me espoleaban a no apartarme de un largo y tortuoso (porque debía ser tortuoso, aunque no llegara a comprender exactamente por qué) hacia la verdad única e indivisible e indiscutible de la condición humana, una visión extática a la que podía acceder apartándome de todo y todos o poniéndome hasta el culo de lo que fuera con tal de vislumbrar esa certeza al alcance de unos pocos. Ahora, ya cerca del medio siglo, leo a veces con nostalgia y cariño los textos de ese muchacho solitario que aún sigo siendo, rodeado de historias, pero más solo que la una. Arañando la vida en silencio como si intentara picar en una pared y hallar una flor al otro lado del tabique. De manera que esa supuesta verdad que buscaba desesperadamente a los veinte es una empresa que no he abandonado, pero que me doy cuenta de que no está al final del camino sino en el mismo recorrido, y posiblemente en mis hijos. A lo mejor por eso las dos últimas novelas están dedicadas a ellos. Por otra parte, jamás aceptaré ni me adjudicaré ese título. Se me queda demasiado grande. ¿Yo escritor? ¿Como Faulkner, Onetti o Celine? Es ridículo.
Pregunta.--¿Qué va a encontrar un lector a la hora de adquirir alguna de sus novelas?
Respuesta.--Historias de hombres o mujeres que huyen de las respuestas tácitas, en el amor o en la vida en sí. Gentes que se preguntan por qué y para qué están donde están. Es decir, que se plantean en el momento más inesperado cuál es su lugar en el mundo. Y la palabra amor no suele aparecer mucho en mis textos, pero está presente en todas las historias. O más bien la búsqueda de. También hallarán un espacio muy importante dedicado a la infancia. Ese vasto territorio plagado de recuerdos que se nutren de los miedos, de lo que no sabemos con certeza pero que nos contaron de tal forma hasta creer así sucedió. Y todo ahí, en la psiquis y en un plano inferior, como llave de lo que somos a partir de entonces.
Pregunta.--¿Suele documentarse o se deja llevar por la inspiración?
Respuesta.--No voy a recurrir a la famosa frase de Picasso sobre la inspiración, pero en parte es cierta. Se aprende a nadar nadando, algo cada vez menos frecuente. Los autores contemporáneos que llegan al público casi no tienen (o no hablan) de sus propias lecturas, o si lo hacen, nos hablan de algún amiguete que tampoco ha leído ninguna de lo que llamaría lecturas importantes, esas que trascienden épocas y cataclismos. Y por supuesto que llegan a esos lectores que tampoco buscan complicarse la vida con referencias o acudiendo al diccionario. Suelo documentarme cuando lo requiere la historia. No soy un autor de novelas históricas, pero esos son los escenarios que en algún momento hay que abordar, y necesito que pisen en firme, que cuadren los momentos, la dicción, las situaciones, para que encajen y no parezcan forzadas. En definitiva: para poder narrar cómodamente como si fuera yo el que está ahí dentro. ¿Era complicarme la vida? Para nada. Como dije antes, es el aventurero el que toma las riendas y solo hay que dejarse llevar, continuar.
Pregunta.--¿Cuál es su proceso de creación?
Respuesta.--Es difícil hablar del proceso de creación porque me lleva a los primeros apuntes; cruces en un mapa que luego debo trazar con la trama. Generalmente esas primeras señales de que se avecina una historia se presentan así, vagamente y mientras estoy acabando una historia. Pensemos que, si me lleva aproximadamente un año acabar el borrador de una novela, en el subconsciente supongo que van quedando esos descartes, esas cribas, esos fragmentos y frases que joden tanto suprimir cuando decimos (o nos dicen) que no vienen a cuento, que solo barnizan la historia sin aportar nada importante. Y todo esto pasa precisamente cuando ya estoy terminando una novela, y creo todo eso que ha quedado fuera (al menos eso pasó con esta última novela) se convierte, por decirlo de una manera, en la raíz de esa nueva historia, aunque la trama sea totalmente distinta.
Pregunta.--¿Tiene manías a la hora de ponerse a escribir?
Respuesta.--Decían que a Borges le encantaba comerse un sándwich de queso y un vaso de leche antes de ponerse manos a la obra. A partir de entonces, los borgesitos se hincharon a beber leche a ver si se les pegaba algo del maestro… Yo no tengo manías, pero sí hábitos. Recordemos que trabajo de madrugada, tras correr con una bandejita en la mano durante todo el día. Y, aunque evito las tonterías y frivolidades, casi no puede faltar un tinto peleón a un lado del escritorio y algo de tabaco. Pero también es cierto que estarían siempre ahí, no como fetiche sino como mochila de aprovisionamiento, independientemente de que escriba o no. No me gusta esa electricidad del silencio de la madrugada, no sé si me explico. Parece que no se oye nada, pero se oye todo. Lo evito con unos auriculares y música, especialmente instrumental, para que la letra no me distraiga. Ahora que lo pienso, sí que tengo alguna que otra manía…
Pregunta.-- ¿Qué cree que hay que hacer para llegar a ser, en su caso, escritor?
Respuesta.--Decía Juan Carlos Onetti que había dos tipos de escritores. Unos que desean ser reconocidos como escritores, y otros que sólo quieren escribir. That is the question.
Pregunta.--Por último, ¿se puede contar su próximo libro? ¿O es un secreto?
Respuesta.--La novela en la que estoy trabajando, o más bien intentándolo porque llevo un tiempo sin escribir es, ante todo, una promesa que le hice a alguien muy especial para mí. Y como es una promesa, y yo me las tomo muy en serio, la aventura continúa. Es una novela compleja en su desarrollo, porque alberga tres historias que se solapan y pierden de alguna manera sus fronteras. Es como si se tratara de un edificio de tres plantas, y en cada planta transcurriera cada una de las historias, y que lo que sucede en el tercer piso afecta a los que viven en el segundo, y lo que pasa en el segundo tiene consecuencias en la primera planta. Es quizás lo más difícil que he decidido a abordar, pero estoy en ello. Se trata, también, de la más extensa, supongo, pero eso el tiempo lo dirá. O, más bien, el próximo invierno.
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